¿De verdad me amas?
Como cristianos y especialmente como misioneros, nos creemos “los buenos de la historia”, porque nos vemos a nosotros mismos como los que sí sabemos amar. ¡Obvio! Somos los que dijimos que sí al llamado de Dios y dejamos todo, tal vez nuestro país o ciudad, dependemos de Dios para nuestras finanzas, incluso hasta rendiste tu idioma y tienes que aprender otro para comunicarte.
Personalmente, mi vida con Dios ha sido así, etapa tras etapa siendo guiada para ir a otros lugares a servirle. Ha sido una travesía llena de aventuras, altos y bajos, sorpresas, regalos de Dios increíbles pero también de dificultad e incluso de momentos de pérdida. Sí has trabajado como misionero o participado de una escuela de Entrenamiento y Discipulado con JUCUM, sabes a lo que me refiero.
Sin embargo, creo que una vez que nos acomodamos, vamos olvidando esa capacidad de crecer en medio de la incomodidad. Pero Dios no se queda con las manos cruzadas, él está comprometido con que Jesús sea conformado en nosotros. No es para asustarte, solo ponte alerta si estás en una temporada cómoda o “fácil”, tal vez una tormenta se acerca.
Y es que estamos acostumbrados a huir o tener miedo de los desiertos/tormentas o como le quieras llamar… Pero la verdad es que esos tiempos son los mejores, es cuando Dios te mete en esta combinación exacta de pruebas e intimidad, es cuando te sientes pleno porque las circunstancias te acercan u obligan a depender de Dios en tu corazón.
Así que, ¿cómo reaccionas cuando te está yendo mal, cuando tus planes se demoran o cuando la promesa de Dios no llega? Ahora yo estoy pasando por uno de esos momentos, y la verdad es que al inicio del proceso, reaccioné con una actitud de víctima, con pensamientos o comentarios de “es que yo” “es que a mí me hicieron” “por qué a mí nadie me…”
Cuando caí en cuenta de eso, me sorprendió la condición de mi corazón y la enfermedad que encontré en ella: egoísmo. Y luego, después de mucho pensar, me di cuenta que aunque obedecí a la voz de Dios en el pasado, fue con la intención oculta de tener una compensación, recompensa o “salario”. Por ejemplo: Cuando Dios me mandaba a hacer algo o a algún lugar, mi corazón siempre veía lo que podía sacar de eso, las ventajas o premios que podía recibir. Sinceramente muy pocas veces me ha dolido obedecer sabiendo que no voy a tener nada a cambio.
Eso me hace reflexionar: ¿realmente sé que es amar? Honestamente creo que no. Al igual que muchos de ustedes, no crecí en un ambiente cristiano, por lo que lejos de enseñarme a amar, me enseñaron a cómo ser egoísta; siempre yendo por lo que quería, siempre supliendo mis necesidades, yendo un paso adelante y pensando qué ganaría a cambio de lo que yo diera. Tal vez no es que buscara dinero o fama, pero ¿qué tal de la aprobación de la gente, de su simpatía o de que me incluyeran como parte de su equipo?
¿Cómo está tu corazón hoy? ¿Puedes hacer una reflexión lo suficientemente sincera para decir que haces las cosas desinteresadamente? Para mí, me ayudó mucho hacerme estas preguntas:
· ¿Soy paciente?
· ¿soy bondadosa o amable?
· ¿Tengo celos?
· ¿Soy fanfarronas?
· ¿Soy orgullosa?
· ¿Soy ofensiva?
· ¿Exijo que las cosas se hagan a mi manera?
· ¿Me irrito?
· ¿Llevo un registro de las ofensas recibidas?
· ¿Me alegro en la injusticia y me irrito cuando la verdad triunfa?
· ¿Me doy por vencida rápidamente?
· ¿Soy susceptible a perder mi fe, perder mi esperanza?
· ¿Me mantengo firme en toda circunstancia?
Siendo transparente, creo que nuestra generación no sabe amar. Tal vez se escuche muy fuerte o incluso injusto, pero realmente el entorno social nos ha hecho crecer con una mentalidad de “merecerlo todo”, pero fuimos llamados a ser todo lo que es el amor, tenemos en nuestro ADN el potencial de ser el amor encarnado para impactar naciones, ¿Cómo decides vivir?